También conocido como El Palacio de la Locura, La casa de los locos o Locópolis, el manicomio La Castañeda fue un recinto del tamaño de una pequeña ciudad que albergó a todos los “locos” de la ciudad de México.
El Manicomio General la Castañeda se implementó en el Porfiriato (de hecho su hijo estuvo encargado del proyecto) como símbolo de progreso para celebrar el centenario de la Independencia de México en 1910, dejó de funcionar el 29 de junio de 1968, meses antes de otro movimiento social clave en el siglo XX, el estudiantil, que derivó en la matanza de Tlatelolco. Después de dar atención a más de 60 mil pacientes, el Manicomio General fue demolido.
Porfirio mandó construir el lugar basado en la arquitectura del hospital psiquiátrico parisino Charenton sobre lo que fue una hacienda pulquera en el pueblo de Mixcoac, cuyo buen clima favorecía a la salud de los pacientes. La Castañeda pronto alcanzó las dimensiones de una pequeña ciudad: lo componían 26 edificios enclaustrados por una banda de cemento. A la inauguración asistió el mismo presidente y la crema y nata de la alta sociedad mexicana.
En esta inmensa prisión psiquiátrica se catalogaba a los pacientes enfermos según su sexo, padecimiento y condición social. Los pabellones se dividían en “Pacientes distinguidos”, donde se alojaban miembros de familias ricas que no fueron remitidos por la policía; “Pabellón de observación”, destinado a indigentes y pensionistas de segunda y tercera clase (con un anexo para toxicómanos); pabellón de “Pacientes peligrosos”, que albergaba a los asilados violentos remitidos por la policía; “Pabellón de los epilépticos”; “de los imbéciles” (pacientes con retraso mental) y el “Pabellón de pacientes infecciosos” que incluía enfermos de sífilis, lepra o tuberculosis. En esta última sala fueron canalizadas las prostitutas y los enfermos venéreos.
Dentro de sus instalaciones también contaban con áreas de juego, talleres, biblioteca, escuela, enfermería, electroterapia (o sea electroshocks) y una sala de cine donde se proyectaban películas de Charles Chaplin y Harold Lloyd.
Muchos de los internos estaban ahí dentro por megalomanía, delirio de persecución, ansiedad y trastornos conocidos. Pero entre los casos más curiosos (conservados en expediente) está el de una persona obsesionada por un robo y por la enumeración de las calles de sus viejos recorridos; el de una persona que decía ser dueño de todos los ferrocarriles, además de futuro constructor de una vía que comunicaría a la tierra con la luna y el de un hombre que le urgía salir para dominar el Imperio Constitucional Hereditario de la República de los Estados Unidos de América.
Lo único que sobrevive hasta la fecha es la fachada del edificio principal, la cual fue mandada a reconstruir por el empresario Arturo Quintana en un rancho de Amecameca, Estado de México, hoy propiedad de los Legionarios de Cristo.
Por décadas, el paradero de las personas que habitaron La Castañeda así como sus expedientes y testimonios permanecieron en el olvido.
A finales de los 90 del siglo pasado, sin embargo, un grupo de investigadores, entre ellos Cristina Rivera Garza y Alberto Carvajal, se sumergieron en el Archivo Histórico de la Secretaría de Salud con el propósito de averiguar cómo fue el trato a los enfermos mentales durante las casi seis décadas que operó el manicomio y qué percepción tenían del país y de la ciudad los habitantes del Palacio de la Locura.
🔸 "Yo no nací, me despertaron”
—¿Y recuerda algo del pabellón donde estuvo, algo importante para usted?
—Me acuerdo que me iban a matar los electroshocks. Me dieron electro-shocks, sí.
—¿Y recibía visitas en el manicomio?
—Pues tres veces me fueron a visitar.
—¿Cómo?
—Tres veces nomás, cuatro veces.
—¿Cuatro veces?
—Sí.
—¿Quién?
—Un señor me fue a visitar al manicomio... cuando estaba en el pabellón de reos y agitados, en el manicomio.
—¿Y qué era de usted?
—Pues dicen que era mi tío, pero no. Porque yo no tengo familia.
—¿Qué es de su familia?
—Yo no tengo familia.
—¿Qué ocurrió con su familia?
—Pues, nunca tuve familia... no nací, me despertaron.
Nombre: Antonio
Fecha de ingreso: 1963
Año de nacimiento: 1933
Origen: Morelia, Michoacán
Motivo de ingreso: Homicidio
🔸Encerrado por cantar
—Estuve internado en el pabellón 2 y me dieron 15 electroshocks en la espina dorsal…
—¿En qué pabellón?
—En el pabellón 2, segundo piso de observación. Luego me llevaron a la cirugía, que me iban a poner un trasplante en la mano, pero nunca se llegó el día. Nada más me traían a vuelta y vuelta. Esta vez me trajeron porque cantaba. Porque canto, y cantaba y sigo cantando.
—¡Ah!, canta…
—Y por eso me amarraron con mecates. Dijeron: “A ver si así te callas”. No, no me callo; si así nací, así seguiré hasta que me lleve el tren. “Bueno, pues allá tú. Te vamos a amarrar las manos, te vamos a poner un bozal”. Mmmhh. Me quité el bozal y me desaté las manos. Agarré y tumbé la puerta y me salí. Decían: “Ya se escapó”, “¿quién lo desamarró?” “Pos nadie, él solo”. Un corredero y cerradero de puertas, un corredero de enfermeros por acá y por allá. Porque era algo serio y agresivo cuando me amarraban así, y luego ya me volvían a amarrar. Decían: “Verás, orita te vamos a volver a amarrar y te vamos a poner una inyección de caballo”. Una inyección con una aguja así de gruesota.
Nombre: Enrique
Ingreso a La Castañeda: 9 de enero de 1959
Origen: San Francisco del Rincón, Guanajuato
Año de nacimiento: 1930
Motivo de ingreso: Es agresivo y no para de cantar
Las personas que viven en el conjunto de departamentos que se construyó donde una vez estuvo el hospital, dicen que con frecuencia se escuchan ruidos extraños, pasos, canicas, risas y lamentos.
El oso de la oscuridad 🐻
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